martes, 7 de diciembre de 2010

La Muerte

Lo único que tenemos seguro cuando nacemos es la muerte…

De algo nos tenemos que morir…

Velo y mortaja, del cielo bajan…

Cada minuto que pasa, no nos hacemos más jóvenes…

Estas aseveraciones, entre otras, son las que he escuchado a lo largo de mi quehacer profesional como médico.

Efectivamente, la muerte es un tema en el cual invariablemente estaremos involucrados de una u otra forma algún día.

Como profesional de la salud, mi contacto con la muerte ha sido necesario. Se pueden decir miles de cosas en torno a ella, pero no existe una realidad de lo que sucede después de este proceso fisiológico. Todo lo que se comente con respecto a lo que sucede más allá de la muerte, irá en relación a la creencia, a la religiosidad, al entorno social, a la cultura. Sin embargo, he tenido experiencias bastante fuertes de personas que en medio del sufrimiento que les causa la enfermedad, piden por piedad morir.

Pero la pregunta es: ¿Estás preparado para la muerte?

De lo menos que hablan las personas jóvenes (incluso, aunque estén enfermas) es de la muerte. Muy pocos hablan de esto con su familia, con sus seres queridos. Grave error, pues al ser la muerte un proceso inminente en nuestra vida, se debería tener en cuenta.

Todos los días, sufrimos la muerte de miles de células, claro que también tenemos la formación de otras. De tal forma, que la muerte es un proceso en el cual ya estamos inmersos.

Cuando tenemos una vida disipada, cuando comemos mal y en exceso, cuando no realizamos ejercicio, cuando ingerimos sustancias nocivas como el alcohol, tabaco y otras drogas, estamos acelerando nuestro proceso de muerte. Y en muchas ocasiones, una muerte muy dolorosa.

Pero el ser humano, al ser un ente biopsicosocial (compuesto por la interacción de lo biológico, lo psicológico y lo social), no solo muere biológicamente, también muere en sus relaciones afectivas y sociales.

Les comparto un caso que recientemente tuve en mi consulta:

Panchita (nombre ficticio) de 35 años de edad, de oficio camarista de un hotel, madre de 3 hijos de 18, 11 y 5 años de edad, llega a la consulta muy preocupada por que su esposo le reclama que no lo quiere, pues en la noche, ella no accede a tener relaciones sexuales. Ella ha comentado este suceso a sus compañeras de trabajo quienes le dicen que a lo mejor es su menopausia, comentario que la preocupa aun más. Después de una revisión médica exhaustiva, solo se le encuentra sobrepeso. Sin embargo al hacer un análisis del diario vivir de Panchita, encuentro que trabaja en la Riviera maya, por lo que todos los días se levanta a las 04:00 am, prepara el desayuno y lo necesario para la escuela de sus hijos, prepara el lunch de su esposo y corre apurada su trabajo. De su trabajo retorna a Cancún a las 17:00 hrs pues tiene que esperar el transporte laboral. Llega a casa, atiende los pendientes de la casa, ayuda a sus hijos con la tarea, prepara la cena y termina sus quehaceres. Su esposo, llega de trabajar a las 19:00 hrs, cena y se sienta a ver televisión, en lo que ella está apurada lavando los trastes y preparando la comida del día siguiente. Cuando va a su cuarto, su esposo ya está acostado viendo televisión. Y es justo en este momento cuando inician los problemas maritales.

¿Qué es lo que sucede? Panchita tiene en un trabajo muy demandante, llega a casa a seguir trabajando, sus hijos y su esposo no la ayudan, ya tiene tiempo con esta dinámica de vida que ha generado en ella un cansancio crónico de tipo físico y mental, acumulándosele rencor (aunque no lo manifieste), luego ¿vida marital? Para nada, lo que quiere es dormir, y no porque la menopausia esté generando una disminución de su apetito sexual (a esta edad sería muy raro que ella tuviera menopausia), lo que ella tiene es que está cansada. Consciente o inconscientemente, la familia de Panchita la está dejando morir, pues olvidan las redes de apoyo familiar y toda la responsabilidad se está concentrando en un solo miembro de la familia.

Así es como muere una relación de pareja. Este es uno de los problemas que pueden generar una crisis familiar.

Cuando nos enfermamos, entramos a un proceso de muerte, pues la pérdida de la salud generan etapas de duelo: Negación, Rencor, Depresión, Aceptación. Las etapas de duelo no solo son para la muerte, son para cualquier pérdida: de salud, material, social, familiar, laboral. En algunas de las primeras etapas procedemos a aislarnos como parte de un proceso de autodefensa, aislamiento que no ayuda en el desarrollo de las etapas del duelo.

Es increíble ver como personas que son exitosas, aun no superan las etapas de duelo por la pérdida de alguno de sus seres queridos. Hagamos el ejercicio de recordar aquella parranda en donde vimos a uno de los comensales al calor del licor, y libre de inhibición, recordar al ser querido y seguir llorando por su pérdida. O aquel aniversario o melodía que es capaz de desencadenar nuevamente el dolor por la pérdida del ser querido.

Los adultos no sabemos hablar de la muerte, porque de niños nunca nos hablaron de ella, argumentándose que era cosa de adultos. Y sólo cuando te enfrentas a un proceso de pérdida es cuando entonces se habla de la muerte, pero cayendo en el circulo vicioso de no hablar de esto con los menores.

Siempre será más doloroso la pérdida de un ser querido que inesperadamente fallece, la muerte de un niño o de un joven, las muertes que se producen por accidentes. En cambio, las muertes que van precedidas de un proceso de dolor crónico o problemas de salud prolongados, son un alivio (en algunas ocasiones) para las personas que han vivido de cerca ese sufrimiento, no así para las personas que aunque sabían de este sufrimiento, se encontraban lejos y no lo vivían día con día junto con el enfermo. O también está el caso de aquellos que han tenido diferencias que los ha distanciado y que el tiempo se les acaba sin tener la oportunidad de arreglar estos problemas.

De igual forma, no podemos pasar por alto otros problemas que se pueden presentar con una muerte inesperada: económicos, legales, civiles, sentimentales, etc. Les aseguro que han conocido casos de intestados que se vuelven litigios legales interminables en los cuales salen con más ganancias los abogados, o aquello que tenían una doble vida y que al momento de fallecer sale a flote todo lo oculto, así también como la situación económica que se deja al cónyuge cuando no se ha previsto el futuro, la vejez, el retiro.

Después de la última etapa de duelo, caemos en un olvido hacia la muerte. Grave error, pues muchas veces la muerte nos puede dejar enseñanzas: cuidados preventivos en nuestra salud cuando el difunto falleció por una enfermedad que como descendientes podemos padecer (como el cáncer, la diabetes o los problemas cardíacos), accidentes en los cuales se encuentre involucrado el alcohol, etc.

Es importante hablar de la muerte como un proceso natural de vida, estar preparados, hablar de esto con nuestros seres queridos, para ayudarlos así a superar las etapas de duelo y las situaciones legales que se generen. El que menos problemas tiene en un fallecimiento, es el difunto. Por eso, no dejemos problemas a nuestra familia y preparémonos para lo único que tenemos seguro al momento de nacer: la muerte, que espero sea lo más lejano en tu etapa de vida.


Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Cancún, Q. Roo, México. Noviembre del 2010.

www.cbaquedano.com.mx