martes, 1 de noviembre de 2016

SOLEDAD EN LA PAREJA

Juntos en la buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe. Es una de las promesas que las parejas hacen al momento de casarse o deciden vivir juntos, la cual lleva implícito que a partir de entonces ya no estarán solos.

Las parejas recién casadas, en su luna de miel viven una continuidad del noviazgo  y conforme pasa el tiempo la relación va madurando o por el contrario,  muchas veces sin darse cuenta, van cayendo en una comunicación que simplemente es un intercambio de palabras superfluas que al no tener un diálogo o compenetración, las diferencias son más difíciles de afrontar.

Una situación que todos o la mayoría hemos escuchado es  que una mujer se queje de que no puede hablar con su esposo de sus inquietudes, miedos, problemas o situaciones adversas, y que prefiere platicarlo con amigas o quedarse callada como si no pasara nada y que la relación continúe como está.

Queda claro que en una dinámica conyugal así,  el dialogo no existe. La comunicación en la pareja está basada en una charla rutinaria de temas cotidianos que no tienen nada que ver con la relación de pareja, sino más bien con una lista de pendientes por resolver referentes a la casa, la escuela de los hijos, la situación económica, el clima, que efectivamente son temas importantes a tratar que no pueden pasar desapercibidos, pero que se vuelven prioritarios para la estabilidad familiar. Entonces los cónyuges, más que vivir su relación de pareja se convierten en administradores y proveedores de la familia, dejando a un lado, o peor aún en el olvido,  que antes que ser padres son esposos, personas cuyos sentimientos y deseos deberían estar antes  que sus responsabilidades y compromisos, que por dedicarse a cumplir éstos, sin querer van creando un abismo entre ellos porque no se dan cuenta que dejan de conocerse, ya no se interesan en su cónyuge como persona ni de los cambios que va teniendo o de cómo le afectan las situaciones que viven día a día. Hasta que pasado el tiempo, al mirarse frente a frente, se ven como dos perfectos desconocidos que ni siquiera saben cómo convivir entre ellos.

¿Por qué sucede esto?

Aunque no es un tema de consulta médica, en muchas ocasiones  es un referente en el interrogatorio a los pacientes. Y en el párrafo anterior sólo menciono la situación de las mujeres, sin embargo, también los hombres se quejan que con sus esposas no pueden hablar. Pero ése no es el objetivo de este artículo. Lo que en esta ocasión quiero resaltar es que el no saber expresar sentimientos, el machismo, la baja autoestima, la ignorancia, la escolaridad deficiente, el desempleo, el exceso de trabajo, las adicciones, entre otros, son factores de riesgo que vienen a debilitar o fracturar las relaciones de parejas porque impiden un diálogo fructífero que fortalezca la relación al permitir que los cónyuges tengan una comunicación más íntima que los lleve a tener un mejor conocimiento de sí mismo y de su pareja.

De igual forma, las personas que provienen de familias desintegradas o  disfuncionales, tienen un alto riesgo de trasladar esos problemas de comunicación efectiva a la familia que recién forman.

El diálogo es un arte aprendido, un aprendizaje que se puede adquirir a cualquier edad, sólo basta tener el deseo de hacerlo.

Desde niños, en nuestros hogares nos enseñan a hablar, pero muy pocas veces nos enseñan a dialogar y expresar nuestros sentimientos. Por el contrario, en muchas ocasiones nos reprimen la expresión de sentimientos como cuando al niño le dicen: No llores, sólo las niñas lloran. Aguántate como los machos. Guarda tus lágrimas para cuando me muera.

Expresiones que poco a poco van escondiendo en el interior del individuo los sentimientos que tiene, pero que no sabe expresar.

Cuando existen conflictos de pareja, las mujeres dicen: Mi esposo es frío, pero en el fondo me quiere. Situación cierta, porque para la mayoría de los varones resulta muy difícil expresar sus sentimientos, más aún a su propia pareja.

También he escuchado decir: No es necesario que le diga que la quiero, ella lo sabe, si no fuera así, no seguiría con ella. El hombre comete el error de dar por hecho que el resto de la familia (llámese esposa o hijos) saben que los ama y que están por demás las palabras y las acciones que lo demuestren. Que el hecho de que no falte sustento es la mejor prueba de amor hacia su familia.

Otra circunstancia que se vive en algunas parejas es que  los hijos adolescentes o jóvenes se vuelven confidentes de la mamá, de tal manera que suplen con ellos la falta de diálogo con el esposo. Pero cuando los hijos tienen que  abandonar el hogar como parte de su ciclo de vida, la mujer queda nuevamente sola con un hombre con quien no está acostumbrada a dialogar y expresar  lo que le sucede. Están juntos, bajo un mismo techo, pero sin una verdadera relación de pareja ni apoyo mutuo o interés por lo que le sucede al otro. Como cuando adultos mayores acuden a consulta solos.

En toda relación de pareja, sin importar edades o tiempo juntos, el diálogo debe ser su estilo de vida, indispensable para madurar en la relación y mantener una comunicación efectiva que lleve a la unidad y pertenencia de los cónyuges.

En  ocasiones, el no mirar fijamente a la persona con quien se habla, el estar haciendo otras actividades mientras decimos que la estamos escuchando, o interrumpirla cuando aún está hablando, son actitudes negativas que pueden hacer pensar que no es importante lo que el otro expresa. Por eso, es imprescindible que en el diálogo se otorgue tiempo para escuchar con  paciencia y atención, además de disponer todos nuestros sentidos para recibir el mensaje que mi pareja quiere comunicarme, esto es hacer un silencio interior para ser receptivo a lo que el otro necesita decir. Y con esta actitud demostramos que valoramos su persona.

Es a través del diálogo basado en sentimientos, que las parejas pueden superar las crisis que inevitablemente se presentan en las diferentes etapas de la vida conyugal y familiar. El poder mostrar nuestro yo interior, cómo soy en realidad,  no nos vuelve vulnerables ante la pareja, por el contrario, fortalece nuestra unión al conocernos más e incrementa el amor que fue el motivo principal por el que decidimos unirnos.

Cuando se vuelve un hábito en nuestra dinámica marital darle la  importancia que merece nuestro cónyuge y mantenemos una actitud dialogante que fortalece la relación,  nos hace experimentar pertenecido, amado, protegido, escuchado.

La relación de pareja, va a ser duradera cuando se logra una comunicación efectiva a través de un dialogo basado en sentimientos.

Dr. Carlos Primitivo Baquedano Villegas
Lic. Adriana Guadalupe Domínguez Vázquez

Cancún, Quintana Roo, México. Noviembre del 2016





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